Estamos ante un episodio más de una larga lucha entre dos burguesías. Ante una pugna entre dos subclases de la burguesía. Ante una lucha que ya dura casi dos siglos, entre las dos burguesías más antiguas de España, que desde su creación no ha dejado de enfrentarse entre ellas y a su vez, de aliarse contra sus explotados siempre que lo han necesitado.
Dos burguesías, que a día de hoy, son extremadamente parecidas: profundamente neoliberales, gravemente corruptas, intensamente ladrilleras y extremadamente podridas. Totalmente incapaces de desarrollar las fuerzas productivas y de generar el progreso económico. Estamos ante una lucha que aparentemente se produce en la superestructura, pero que tiene sus verdaderas raíces en la infraestructura, en el reparto de las plusvalías, los beneficios y las corrupciones. Todo lo que estamos viendo en la superficie es en realidad la plasmación de una lucha subterránea e inconfesable por el poder económico y material entre dos subclases explotadoras. Una lucha por el reparto de los beneficios de la explotación.
La crisis y la incapacidad de nuestro sistema capitalista han ido reduciendo el tamaño del pastel a repartir. Estas burguesías intentan sobreponerse a la situación incrementando la precariedad laboral o intentando aumentar su porción en el reparto de los frutos de la explotación. Entonces estallan las tensiones aparentemente en la superficie, por derechos, soberanías y libertades, pero la verdadera guerra está por debajo. Y esta lucha en el substrato económico y monetario hace resquebrajarse el régimen del 78, en el que se había acordado la porción de cada cual en el reparto capitalista.
Marx y Engels indican en El Manifiesto Comunista: “Los trabajadores no tienen patria. Mal se les puede quitar lo que no tienen. Puesto que el proletariado debe conquistar primero el poder político, antes de elevarse hasta constituir la primera clase nacional, constituyéndose a sí mismo como nación; resulta evidente que también en él reside un sentido nacional, aunque esa concepción no coincide ni mucho menos con la que tiene la burguesía.” El explotado con consciencia de clase se da cuenta de que no tiene patria. Los trabajadores no tenemos patria, de la misma forma que los esclavos no tenían patria, los trabajadores no tenemos patria. Un patricio romano, en cuanto que perteneciente a la clase dominante, tiene patria. ¿Qué patria tiene un esclavo romano? Pero los esclavistas se las han apañado a lo largo de los tiempos para engañar a los esclavos y hacerles creer que tienen una patria y que deben amarla y esforzarse por ella. Quizás el caso más sangrante de la historia sea el de la guerra de secesión americana, en la gran cantidad de esclavos negros sin la más mínima conciencia de clase resultaron ser fervorosos patriotas de sur. Cavaron trincheras, limpiaron establos y construyeron letrinas entusiásticamente para defender a su patria amenaza. Se mostraron como grandes y esforzados patriotas para defender la libertad del sur frente a la opresión que les quería imponer el norte. ¿Pero tuvieron alguna vez una patria? No. Nunca la tuvieron. Sus dueños esclavistas sí que tenían una patria como clase dominante, pero ellos no. ¿Y cuando fueron liberados y se convirtieron en proletariado? Tampoco. Sus explotadores capitalistas propietarios de las tierras y las fábricas sí que tenían una patria como clase dominante, pero ellos no. Nunca la tuvieron de la misma forma que nosotros no la tenemos.
Esto no quiere decir que los trabajadores no podamos tener una patria. Cuando la Unión Soviética era el único país socialista del mundo, se decía: «La Unión Soviética es la patria de los trabajadores». Con esto se quería decir, que ante un conflicto entre su país de origen y la Unión Soviética, un trabajador con consciencia de clase antes que nada debía apoyar y defender a la patria de los trabajadores, que era su verdadera patria y no la de sus explotadores.
Los revolucionarios deberíamos estar al lado de los trabajadores. Al lado de los modernos explotados. Deberíamos estar explicándoles que sus explotadores les están engañando y les están utilizando o por lo menos que lo están intentado. La clase que domina la producción es la clase que en general domina la ideología de la sociedad. Ante dos subclases explotadoras, que en enfrentan por el dominio económico, se produce un enfrentamiento ideológico que aparentemente se genera y se produce por derechos, soberanías y libertades. Pero esa es solamente la parte visible del iceberg sobre la que hablan y discuten en sus medios de comunicación. La realidad es muy otra. Desgraciadamente, hay que explicarles a los trabajadores que no tienen ni una patria española, ni una patria catalana, ni ninguna patria de ningún tipo. Que sus explotadores les están engañando. Que están siendo los tontos útiles de sus burguesías en la defensa de sus intereses económicos y materiales, contra ellos mismos. Que les están haciendo el trabajo a sus explotadores. Que a ellos les da igual si les explota una burguesía o si les explota la otra. Que esta no es nuestra guerra. Que su guerra debe ser una guerra por su emancipación como clase. Que las partes enfrentadas son nuestros enemigos de clase. Que los trabajadores no tenemos patria.