(XX CONGRESO PCE CUADERNO 1: DOCUMENTO POLÍTICO Pagina 7)

Pasados  150  años  de  la  publicación  del  Manifiesto  Comunista  y  100  de  la Revolución Soviética, el fantasma del comunismo, al que aludían Marx y Engels, más allá de los avatares de la historia, cuenta con una ventaja innegable, que es  su  propia  razón  de  ser:  el  sistema  capitalista  es  incapaz  de  dar  respuesta  a las  necesidades  más  elementales  del  conjunto  de  la  humanidad  actual,  condena  a  la  miseria  y  la  marginación  a  miles  de  millones  de  seres  humanos  y amenaza gravemente el porvenir mismo del planeta. Por el contrario, el comunismo incorpora un pensamiento crítico y una propuesta transformadora materialmente  viable,  es  decir  se  plantea  construir  ese  otro  mundo  que  no  sólo  es posible sino necesario.

Sin duda, ese sustento en la razón histórica no es ajeno a la pervivencia de una serie de Estados, algunos tan significativos por distintos motivos como Cuba o la República Popular  China  que,  de  una  u  otra  forma,  se  reclaman  del  socialismo  y  continúan siendo dirigidos por sus Partidos Comunistas.

En este sentido, al hablar del comunismo, hay ejemplos que nos sugieren fuera de toda duda adoptar un mínimo distanciamiento y una consideración muy amplia del tiempo,  así,  aunque  pensemos  en  la  Revolución  Francesa  de  1789,  con  todo  su dramático  desarrollo,  su  involución  thermidoniana,  su  bonapartismo,  su  derrota  en los campos de batalla y con las posteriores restauraciones monárquicas que tan trágicamente debieron de vivir sus coetáneos, estaríamos ciegos si no recordáramos la irrupción  de  nuevos  procesos  revolucionarios  (1830,1848…)  y  si  no  comprendiéramos que, al fin y a la postre, los planteamientos de la Revolución Francesa fueron abriéndose camino antes o después por toda Europa y gran parte del mundo, sustentados en su propia necesidad.

El comunismo, como realidad histórica que es de un tiempo dilatado, que abarca generaciones,  y  en  medio  del  cual  nos  encontramos,  posee  esa  actualidad  de fondo que históricamente le confiere su propia necesidad social.

A  los  Partidos  Comunistas  les  corresponde,  organizar  el  factor  subjetivo  que actualice la necesidad histórica del comunismo, promoviendo la praxis del sujeto revolucionario.

Para  ello  los  partidos  comunistas  no  podemos  olvidar  que  jugamos  en  un  terreno  minado.  Son  muchos  ya  los  años  en  que  los  mecanismos  ideológicos  del capitalismo,  ya  sean  sus  sistemas  de  educación  básica,  sus  universidades,  sus medios de comunicación o sus producciones artísticas sumisas a las exigencias del  mercado  cultural  propiciado  por  el  pensamiento  neoliberal,  se  emplean  a fondo en la construcción de un relato sesgadamente anticomunista de la realidad, sin contrapeso alguno.

No es necesario esforzarse en exceso para encontrar muestras de este fenómeno en el  cine,  en  la  narrativa  actual  más  celebrada  de  los  países  del  Este  o  de  algunos autores cubanos y en el andamiaje de una historiografía revisionista construido sobre falsedades y repleto de resentimiento. A partir de esos componentes nos encontramos con una oferta ideológica muy diversificada que puede presentarnos al comunismo como un ámbito de terror y de crimen emparentado con el fascismo y a los comunistas como personajes siniestros deshumanizados, burócratas y sin escrúpulos.

Pero también nos encontramos con un relato menos dramático y más suave, pero igualmente peligroso, donde lo que destaca es la tristeza, el aburrimiento, lo uniformado y gris de todas las cosas, procurando establecer una ecuación entre el comunismo y lo que no funciona, lo envejecido, lo fracasado, lo inútil. Si a todo ello se le añade  la  difusión  de  valores  vinculados  al  individualismo,  como  la  economía  de prestigio,  la  ideología  del  éxito  o  el  culto  acrítico  a  la  propia  imagen,  de  acuerdo con modelos ajenos e impuestos nos encontramos con un terreno donde es dificil presentar la propuesta comunista.

Esta realidad, lejos de llevarnos a asumir la derrota nos debe llevar a la exigencia de disputar  la  hegemonía  ideológica  al  pensamiento  neoliberal  como  expresión  del bloque dominante para lo que se necesita prestar una especialísima atención a la comunicación de masas por parte de los partidos comunistas. Probablemente, a día de hoy, tan importante como acertar en el diagnóstico de las situaciones y en la justeza de las propuestas estratégicas y en las tácticas de los Partidos Comunistas, resulte la capacidad para hacerse entender socialmente y para introducir masivamente en las conciencias los contenidos de nuestro discurso.

Esta determinación debe alcanzar a dos niveles, uno, el de las soluciones concretas y  viables  que  proponemos  a  problemas  concretos,  vivamente  sentidos  y  hondamente enraizados en la demanda social y otro, el de la imagen general del comunismo y de los comunistas que interesa proyectar.

En ese sentido, será preciso apostar por la cercanía y la humanidad de la militancia comunista, proyectar el afán por explorar lo que entre nosotros nunca se ha hecho y despertar sin complejos a nuestro alrededor un destello de alegría. Es decir esforzarse en romper el estereotipo que de los comunistas se ha fabricado en los laboratorios de nuestros enemigos, retomando para el comunismo, sus organizaciones, sus prácticas y sus militantes, la que fuera su primitiva condición irradiadora de claridad, de ilusión y de esperanza informada, necesaria para articular el factor subjetivo de la revolución y volver a ser reconocidos como vanguardia en el pensamiento y en la accion por el conjunto de la clase trabajadora y las capas populares.

Por COMITE AGRUPACION

Comité de la Agrupación de Profesionales y Técnicos del Partido Comunista de Madrid

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