Matrimonio en La Biblia

Yo creo en el matrimonio bíblico tradicional:
un hombre y su hermana
un hombre y la esposa de su hermano muerto
un hombre y una mujer y sus sirvientas
un hombre y su víctima de violación
un hombre y mucha mujeres
un hombre y 700 esposas y 300 concubinas
un hombre y una mujer y sus esclavas
un soldado y sus prisioneras vírgenes

Pero un hombre y un hombre no. ESO sería inmoral

 

2 comentarios en «El matrimonio en la Biblia»
  1. El matrimonio pertenece a la superestructura en sus dos facetas. Al hablar de matrimonio, nos estamos refiriendo a dos cosas distintas. Por una parte al matrimonio como contrato matrimonial, que pertenece al ámbito del derecho civil, y por otra al matrimonio como sacramento, que pertenece al ámbito religioso.
    En los países católicos hay separación entre la iglesia y el estado y la iglesia católica acepta y defiende esta situación. No sucede así en otras naciones, cristianas o no, en donde hay importantes cargos civiles que son a su vez y necesariamente cargos religiosos y viceversa. La iglesia católica puede tener una opinión institucional sobre diversas leyes civiles o de otro tipo, que no tiene por qué ser compartida por los creyentes, que pueden tener opiniones distintas al respecto.
    El matrimonio es uno de los siete sacramentos canónicos. Un sacramento es un acto bueno de fe. La blasfemia no es un sacramento, porque es un acto malo de fe. El construir un columpio para unos niños no es un sacramento, porque aunque es un acto bueno, no lo es de fe. En consecuencia, el bautismo es el sacramento por excelencia. Sólo los siete sacramentos de la iglesia están regidos por un canon. El entierro de los muertos es un sacramento, pero no está regido por el código de derecho canónico. Podemos enterrar o no enterrar cristianamente a quien queramos y cómo queramos, sin normas, reglamentación o protocolo alguno. No tenemos ningún canon oficial al respecto. Y lo mismo sucede con la oración. Podemos rezar cuándo, cómo y dónde queramos, sin restricciones, indicaciones, protocolos o normativa alguna. La acción humana se convierte en sacramento cuando por la fe se hace sagrada. De ahí su nombre de “sacramentum”, literalmente: “hacer sagrado”. La vida del buen cristiano está llena de sacramentos de todo tipo.
    Los siete sacramentos de la iglesia tienen un canon por voluntad humana. Nada nos impide cambiarlo o suprimirlo, dejándolos como sacramentos no canónicos. Y nada nos impediría el aplicar un canon a otros sacramentos. Cuando el cristiano no puede recibir alguno de estos siete sacramentos por el procedimiento habitual, puede y debe hacerlo de otra forma. El ejemplo más evidente es el caso de los padres que deciden bautizar ellos mimos a su hijo. Lo mismo sucede con el sacramento del matrimonio, que es un sacramento que ejecutan y reciben los contrayentes, que se pueden casar libremente siempre y cuando lo deseen sin restricción alguna.
    Como indica el Catecismo de la Iglesia Católica: “El ministerio ordenado…garantiza que, en los sacramentos, sea Cristo quien actúa por el Espíritu Santo en favor de la Iglesia.” O dicho en otras palabras: garantiza que verdaderamente se ha producido el sacramento y además de una forma correcta, conveniente y adecuada. Por eso, al bautizado fuera del canon se le pide que “se vuelva a bautizar”, aunque sólo es posible bautizarse una sola vez en la vida, pues el bautismo es indeleble. Normalmente el primer bautismo es válido, pero nos queda la duda o incluso la posibilidad del falso testimonio. En la inmensa mayoría de estos casos, no cabe la más mínima duda de que el verdadero bautismo fue el primero. Lo mismo sucede con quienes se han casado fuera del canon y a los que se les solicita por prudencia “que se casen de nuevo”, aunque resulta evidente que el primer matrimonio es el válido en la inmensa mayoría de las situaciones.
    El cristiano siempre debe actuar procurando el bien y evitando el mal. Dios habla a todos a los hombres a través de su conciencia y el cristiano en su actuación siempre debe seguir los dictados de esta. Absolutamente siempre, aunque el concepto del bien y del mal no es el mismo en todas las culturas, ni en todos los hombres e incluso puede variar en el mismo hombre, pues este puede cambiar de criterio y pensamiento a lo largo de su vida y en consecuencia de actos.
    Lo que indicas no tiene sentido, ni desde la teoría marxista, ni desde la teología católica. El matrimonio pertenece a la superestructura y por ello varía al mismo tiempo que lo hace la infraestructura. El matrimonio no es algo estático y tiene una larga trayectoria, así como las relaciones entre los sexos en general. Por ello el Catecismo de la Iglesia católica indica: “La conciencia moral relativa a la unidad e indisolubilidad del matrimonio se desarrolló bajo la pedagogía de la Ley antigua.”. No es eterna. El matrimonio apenas existía en el antiguo Egipto. Muchas parejas vivían sin casarse y el matrimonio era muy laxo, sin ningún valor o vinculo jurídico o religioso. Cuando el pueblo de Israel estuvo esclavizado en Egipto, no es creíble que los egipcios vivieran en la práctica sin apenas matrimonio y que los israelitas lo hicieran con fuertes vínculos matrimoniales y familiares. Eso es ridículo. Aunque los textos del antiguo testamento fueron modificados como poco hasta el 400 antes de Cristo, resulta evidente que hay una evolución permanente en las relaciones entre los sexos y en el matrimonio, que se va creando y conformando en un largo proceso de adecuación a los cambios de la realidad material, económica y productiva.
    En “El Nacimiento de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado”, Engels nos explica que la familia no existe desde siempre, sino que nace fruto de una larga evolución que comienza con la explotación del hombre por el hombre. Además, cada cultura genera el tipo de familia que necesita. Tengamos en cuenta que a finales del siglo XIX, el concepto de familia no era el mismo que el actual, que goza de mucha más diversidad. Esta sólo podía generarse mediante el matrimonio religioso entre un hombre y una mujer.
    El que en la Biblia aparezcan las relaciones entre los sexos que indicas, no tienen por qué incidir en el matrimonio civil, ni en este como sacramento canónico. En el contrato matrimonial, las partes contrayentes consienten libre y voluntariamente en obligarse jurídicamente. El que este derecho fuera distinto en el antiguo Israel, en poco o nada debe condicionar la voluntad del cristiano, ni la del marxista. Aquella infraestructura no es la nuestra y aquella superestructura no encaja en la realidad material de los tiempos actuales. El justificar el presente basándose en el pasado es propio de reaccionarios. Nada más contrario a una mente progresista.
    El código de derecho canónico no prohíbe, ni puede prohibir a nadie fuera de los cánones oficiales, el contraer santo matrimonio con quien quiera y como quiera. Todos los sacramentos son iguales a los ojos de dios, tanto si se reciben mediante una reglamentación canónica, como si no. El pertenecer a los siete sacramentos de la iglesia, no les hace por esta causa más sagrados a los ojos de dios.
    En consecuencia, lo que indicas no tiene sentido, ni desde la teoría marxista, ni desde la teología católica. Desde el punto de vista marxista, el que en otros tiempos hubiese una legislación, un uso y una costumbre civil distintas de las actuales, no implica en modo alguno, que por esta causa podamos adoptarlas hoy en día. Ni que por ello debamos adoptar otras distintas de aquellas y de las actuales por esta causa. Cada infraestructura determina su superestructura. Desde el punto de vista teológico, el que en otros tiempos hubiera usos, costumbres y leyes distintas de los actuales, no significa que por ello se deban adoptar usos, costumbres y leyes distintas de las actuales o de aquellas. El cristiano no toma referencias del pasado, sino que siempre se rige por los dictados de su conciencia. Y en cuanto al matrimonio como sacramento, la iglesia como organización privada que es, es muy suya de determinar qué sacramentos tienen canon y cuáles no, cambiándolo a su criterio cuándo y cómo lo considere conveniente.

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