Me matan si no trabajo y si trabajo me matan. Atahualpa Yupanqui.

Entiendo que los comunistas no luchamos contra el capitalismo porque este sea injusto, que también, sino porque es absurdo. Que el trabajo, es decir, nuestra forma de estar y ser en el mundo, de relacionarnos con naturaleza, de ser naturaleza, de encontrar en ella los recursos para nuestra subsistencia, se constituya bajo el capitalismo en una condición sometida a la voluntad de quienes detentan, usurpan, gestionan y usufructúan los medios de producción es algo totalmente absurdo. Como si para respirar hubiera que pedir permiso a los propietarios del aire (que todo se andará). Que de la decisión de otra persona dependa la posibilidad o imposibilidad de trabajar es algo tan ilógico, disparatado e inadmisible que hay que estar muy enajenado (y lo estamos) para aceptar que alguien sea propietario y dueño de esa decisión.

Y aunque sin saber/por qué razón/ cavamos con ilusión. Canción de los 7 enanitos de Blancanieves

¿Cómo puede entenderse que para “ganarnos la vida” hayamos de acudir a la decisión de esos capitalistas que atesoran esos medios de producción? La propiedad privada nos ha vuelto tan estúpidos que estamos dispuestos a vendernos, es decir, a aceptar “libremente”, dejar de ser hombres, personas humanos, para convertirnos en mercancía, en recurso para la producción de bienes que no controlamos. Como señala Marx: “El trabajo le es externo al trabajador, o sea no pertenece a su ser. Por tanto el trabajador no se afirma a sí mismo en su trabajo, sino que se niega” pues “durante el trabajo el obrero no se pertenece a sí mismo sino a otro”

Cavar, cavar, cavar, cavar/ y no menoscabar. Canción de los 7 enanitos de Blancanieves

Hablar por tanto de trabajo digno bajo el capitalismo parece algo incoherente para todo aquel que se reclame del marxismo. Que te den trabajo no deja de ser una expresión humillante. Ganarse la vida no deja de ser una expresión terrorífica, un atentado verbal contra la dignidad humana por que de qué dignidad puede hablarse si el trabajo depende de que los dueños de los medios de producción te “concedan” el “honor” de trabajar (para ellos). Se dice que el trabajo dignifica: sí, a los empresarios. Se dice que el trabajo nos hace libres: sí, a los capitalistas; Se nos dice por activa y por pasiva, que el trabajo da sentido a la vida: y sí, debería, pero bajo el dominio del capital el único sentido de la vida posible es el que ese mismo capital nos impone, fabrica y vende

Siempre me matan, me matan, ay, / siempre me matan. A. Yupanqui.

Bajo la cultura del capitalismo el trabajador se auto-observa él mismo como capital pues la praxis capitalista nos lleva fácilmente a pensar que nuestra fuerza de trabajo es un capital que negocia y dialoga con el capital de quienes poseen los medios de producción. Nos convertimos así en un capital que necesita ser capitalizado, subsumido, por un capital ajeno. Vía esa institución que se llama contrato llegamos a pensar que el trabajo es el resultado de una negociación entre capitales: el propio del trabajador y el propio de la empresa. En ese contesto capitalista la dignidad del trabajador descansaría sobre la posesión de ese capital- fuerza de trabajo. Trabajo digno significaría por tanto contrato digno. El solapamiento entre trabajo y contrato se vuelve así el espacio que permite hablar de dignidad y desde esta premisa serían los sindicatos los que tienen la responsabilidad de mantener los niveles de dignidad que ellos mismos, como representación de los trabajadores, determinen.

Luego ya veremos/ si quedan horas, contratos/ tomates, silencios y semanas. Javier Rodríguez

Pero si entendemos el trabajo digno como imposibilidad dentro del marco del capitalismo, qué sentido tiene el que nosotras y nosotros, los comunistas, hablemos de trabajo digno como reivindicación y consigna. ¿Pedir trabajo digno no sería para quienes nos reclamamos marxistas una incongruencia o al menos una contradicción?
Para responder a esto quizá conviene recordar que el marxismo no es una forma de entender el mundo sino un proyecto para transformarlo. Como marxistas entendemos que el trabajo digno es una quimera pero, también como marxistas, al reivindicar un trabajo digno lo que hacemos es impulsar las luchas sindicales y los movimientos sociales para intervenir así sobre variables económicas en las que el capitalismo se asienta: plusvalías relativa y absoluta, salario, salario social, tasa de beneficio, reproducción ampliada del capital, es decir, se trata de presionar sobre la institución contrato para al tiempo que se desenmascara su “pre-verdad” – un contrato entre desiguales siempre es una forma de violencia- hacer aflorar el conflicto capital trabajo sobre el que descansan nuestras actuales sociedades.

Publicado en Mundo Obrero, Enero 2017

6 comentarios en «¿TRABAJO DIGNO?»
  1. El capitalismo no es absurdo. No puede serlo en modo alguno. Todo lo contrario. No es eso lo que defienden Marx y Engels en El Manifiesto Comunista, cuando lo alaban durante varios párrafos. Este último indica citando a Hegel en Ludwig Feuerbach y el Fin de la Filosofía Clásica Alemana: “Todo lo real es racional, y todo lo racional es real”. El capitalismo es real y por tanto es necesariamente racional. Muy racional. Totalmente racional en su irracionalidad. Pues como dice Hegel, citado en la misma obra por Engels: “La realidad, al desplegarse, se revela como necesidad», y el capitalismo es real. Si no se entiende esta afirmación, pareciendo como muy críptica, recomiendo buscar el breve texto de Engels y leérselo. Es muy interesante y demuestra el gigantesco nivel intelectual de este.
    El concepto de dignidad pertenece a la superestructura. No es objetiva, sino subjetiva. Viene determinada principalmente por la situación económica y productiva de una sociedad. Y lo mismo sucede con el de dignidad.
    Marx indica en la última de sus Tesis sobre Feuerbach: “Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de diversas formas, pero de lo que se trata, es de transformarlo.” Pero nosotros no podemos hacer el mundo que nos dé la gana, sino que estamos restringidos por el entorno material en que vivimos. Por eso en El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte indica también: “Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado.”. Y Engels en la carta a Jose Bloch resalta lo mismo: “Somos nosotros mismos quienes hacemos nuestra historia, pero la hacemos, en primer lugar con arreglo a premisas y condiciones muy concretas. Entre ellas, son las económicas las que deciden en última instancia.”.

  2. Estoy de acuerdo con el comentario: el capitalismo no es absurdo. Al hacer esa afirmación, equivocada en sentido estricto, estaba utilizando un recurso retórico en aras de ganar expresividad pero, efectivamente, con menoscabo de la precisión. En realidad, en el propio artículo el párrafo que sigue a la afirmación pensaba que aclaraba que lo que se está queriendo decir es que «bajo el capitalismo» se produce la aceptación de una relación social absurda:
    «Entiendo que los comunistas no luchamos contra el capitalismo porque este sea injusto, que también, sino porque es absurdo. Que el trabajo, es decir, nuestra forma de estar y ser en el mundo, de relacionarnos con naturaleza, de ser naturaleza, de encontrar en ella los recursos para nuestra subsistencia, se constituya bajo el capitalismo en una condición sometida a la voluntad de quienes detentan, usurpan, gestionan y usufructúan los medios de producción es algo totalmente absurdo».
    Por lo demás, la lectura de Hegel desde la que se argumenta entiendo que conviene hacerla siempre, como recomienda el camarada, en su contexto global justamente para no caer en la posible interpretación conservadora que el propio Hegel propicia pues, si el Estado autocrático prusiano – tema sobre el que Hegel medita- es efectivamente racional y real, concluir con que sea necesario no supone que su permanencia sea obligada. Lo será mientras las condiciones económicas y políticas sobre las que sustenta no sean transformadas. A ese respecto tanto Marx como Engels entiendo que fueron muy críticos con Hegel. Véase en Marx la Crítica a la Filosofía del Estado de Hegel.
    Agradezco la aclaración y precisión del camarada y me gustaría pedirle que, a partir de las reflexiones sobre realidad, racionalidad y necesidad, abordase la cuestión acerca de la naturaleza política de la URSS en el periodo estalinista. Creo que es un tema que los comunistas debemos abordar olvidando caer en psicologismos y sí utilizando con precisión las categorías del marxismo. Personalmente te lo agradecería.
    Salud y alegría.

  3. El proletariado con conciencia de clase no lucha contra su explotación capitalista porque la considere injusta, moralmente mala, éticamente reprobable o por cualquier otra causa ideológica. No lo hace por argumentos propios de la superestructura, pues sabe que estos son subjetivos. Se opone a su explotación, porque se da cuenta de que esta le resulta material y económicamente lesiva. Por ello se une en organizaciones obreras para poder defender sus intereses económicos y materiales con más fuerza.
    Tienes toda la razón sobre Hegel. Si ampliamos la cita de Engels, entiendo que decís lo mismo:
    “«Todo lo real es racional, y todo lo racional es real» [3].
    “¿No era esto, palpablemente, la canonización de todo lo existente, la bendición filosófica dada al despotismo, al Estado policíaco, a la justicia de gabinete, a la censura? Así lo creía, en efecto, Federico Guillermo III; así lo creían sus súbditos. Pero, para Hegel, no todo lo que existe, ni mucho menos, es real por el solo hecho de existir. En su doctrina, el atributo de la realidad sólo corresponde a lo que, además de existir, es necesario.
    “«la realidad, al desplegarse, se revela como necesidad»;
    “por eso Hegel no reconoce, ni mucho menos, como real, por el solo hecho de dictarse, una medida cualquiera de gobierno: él mismo pone el ejemplo «de cierto sistema tributario». Pero todo lo necesario se acredita también, en última instancia, como racional. Por tanto, aplicada al Estado prusiano de aquel entonces, la tesis hegeliana sólo puede interpretarse así: este Estado es racional, ajustado a la razón, en la medida en que es necesario; si, no obstante eso, nos parece malo, y, a pesar de serlo, sigue existiendo, esta maldad del gobierno tiene su justificación y su explicación en la maldad de sus súbditos. Los prusianos de aquella época tenían el gobierno que se merecían. “”
    Si se lee la totalidad de Ludwig Feuerbach y el Fin de la Filosofía Clásica Alemana, queda aún más claro este planteamiento que expones. Se puede encontrar con toda facilidad en internet y recomiendo su lectura.
    No entiendo que se me está pidiendo cuando se me dice: “…abordase la cuestión acerca de la naturaleza política de la URSS en el periodo estalinista.”

  4. Gracias por el comentario. Lo que pedía era reflexionar a partir de las categorías que señalabas sobre si la etapa de Salín en la URSS era racional, real y necesaria. Supongo que al hablar del estado prusiano ya lo has aclarado. Gracias.

    1. No creo que sea así.
      Diez años antes de morir, Estalin le dijo a Mólotov: «Sé que tras mi muerte se acumulará sobre mi tumba una pila de basura, pero el viento de la historia la dispersará sin piedad». También en esto acertó.
      Te recomiendo dos libros sobre Estalin, en los que se relatan sus grandezas y sus miserias, creo que en ambos en un intento serio por esclarecer la verdad:
      Stalin: Historia y Critica de una Leyenda Negra de Domenico Losurdo.
      Y
      Stalin, El Grande de Anselmo Santos.

  5. No creo que sea así.
    Diez años antes de morir, Estalin le dijo a Mólotov: “Sé que tras mi muerte se acumulará sobre mi tumba una pila de basura, pero el viento de la historia la dispersará sin piedad”. También en esto acertó.
    Te recomiendo dos libros sobre Estalin, en los que se relatan sus grandezas y sus miserias, creo que en ambos en un intento serio por esclarecer la verdad:
    Stalin: Historia y Critica de una Leyenda Negra de Domenico Losurdo.
    Y
    Stalin, El Grande de Anselmo Santos.

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