En esta nueva Europa “preparacionista” los Estados deben comprar armas y los ciudadanos almacenar provisiones, kits de supervivencia y cualquier cosa que nos vendan los mercaderes del miedo, sean comerciales de empresa o dirigentes políticos
Artículo publicado por Isaac Rosa en ElDiario.es el 25 de marzo de 2025
Salía de mi portal hace unas semanas y me llamó la atención un elemento nuevo en la fachada de la casa de enfrente: la placa roja y brillante de una conocida empresa de alarmas de hogar. Me llamó la atención porque es una casa pequeña, sencilla, diría que humilde, del tiempo en que esta parte del barrio se levantó mediante autoconstrucción. Recorrí mi calle fijándome en las demás fachadas, la mayoría casas bajas y algunos edificios de pocas plantas: en doscientos metros conté una veintena de placas, de distintas empresas que ofrecen el mismo producto: alarmas para proteger tu hogar de ladrones y, por supuesto, de okupas, que son el nuevo coco.
Tengo que aclarar que mi barrio es muy tranquilo. No tenemos noticia de robos frecuentes ni recientes en mi calle, ni casas okupadas. Y sin embargo, ahí está el resultado de tantísima publicidad, amarillismo periodístico, anarrosismo televisivo, bulo, discurso político del miedo y oferta que crea su propia demanda (las alarmas te las venden sin solicitarlas, te las ofrece el banco o tu compañía telefónica): una calle tranquila y segura donde sus vecinos deciden blindarse. Imagen a pequeña escala de un país entero: España es uno de los países más seguros del mundo, y sin embargo es el primer país de Europa, y cuarto del mundo (repito: cuarto país del mundo), con más alarmas de hogar instaladas.
Imagino que habrá vecinos de mi calle que, al ver cómo proliferan, se lo estén pensando, solo a falta de que pase por su casa un comercial agresivo. Si todos los vecinos la ponen, será por algo, no voy a ser yo el único sin alarma. Será que algo muy grave va a suceder en esta calle…
Siempre que veo la facilidad con que gana terreno la industria del miedo, me acuerdo del famoso cuento atribuido a García Márquez (digo atribuido porque nunca lo publicó en libro, al parecer lo contó en una conferencia). Se titula ‘Algo muy grave va a suceder en este pueblo’, y si no lo conoces puedes encontrarlo en internet y leerlo, es cortito. Es un ejemplo perfecto de la llamada “profecía autocumplida”: cuando todo el mundo piensa que “algo muy grave va a suceder”, acaba en efecto sucediendo, pues todos actúan en consecuencia y contribuyen a que suceda, o al menos no lo evitan, de modo que al final los agoreros puedan presumir: “¡os lo dije!, algo muy grave iba a suceder en este pueblo”.
Parafraseando el cuento, la política europea se basa estos días en repetir que “algo muy grave va a suceder en Europa” y más vale que nos preparemos para ello: los Estados, comprando armas y reforzando sus ejércitos; los ciudadanos almacenando provisiones y mochilas de emergencia, aprendiendo nociones básicas de supervivencia, y supongo que mañana comprando cualquier cosa que nos quieran vender los mercaderes del miedo, sean comerciales de empresa o dirigentes políticos. La alarma de hogar me parece que no protege de Putin, así que habrá que comprar algo más seguro en esta Europa “preparacionista”.
Los españoles por lo visto no nos hemos enterado todavía de que “algo muy grave va a suceder en Europa”: según el Eurobarómetro, frente al histerismo belicista que recorre el continente, aquí seguimos más preocupados por la educación, la seguridad económica o la democracia, antes que la defensa y la seguridad. No pasa nada, no tardaremos en cambiar nuestras preocupaciones y prioridades, a poco que repitan muchas veces que “algo muy grave va a suceder en Europa”. El riesgo es que, como en el cuento, nadie haga nada por impedirlo, todo el mundo dé pasos en esa única dirección, Europa se rearme, Rusia se rearme más al ver el rearme europeo, Europa se rearme más todavía y etc., y al final acabe sucediendo algo muy grave. Hay que pararlo, estamos a tiempo.
Más sobre este tema: LIBRO «DISCULPE, ES POR SU SEGURIDAD: Negocio y reconversión de la industria del miedo.» de Gabriel Ruiz Enciso, con ilustraciones de Magüé editado por Editorial Descontrol.
Se trata de un ensayo construido a partir de historias cortas reales que sucedieron al autor,
así como otras experiencias publicadas en los medios de comunicación, y un análisis
subjetivo sobre el tema, acompañado de ilustraciones que doten de humor e ironía al
contenido.

TEXTO DEL CUENTO ATRIBUIDO A GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ:
Algo muy grave va a suceder en este pueblo
Gabriel García Márquez
Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de 17 y una hija de 14. Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. Los hijos le
preguntan qué le pasa y ella les responde: “No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo”.
El hijo se va a jugar al billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el otro jugador le dice: “Te apuesto un peso a que no la haces”. Todos se ríen. El se ríe. Tira la carambola y
no la hace. Paga su peso y todos le preguntan qué pasó, si era una carambola sencilla. Y él contesta: “Es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi madre esta mañana sobre
algo grave que va a suceder a este pueblo”.
Todos se ríen de él, y el que se ha ganado su peso regresa a su casa, donde está con su mama, o una nieta o en fin, cualquier pariente, feliz con su peso dice y comenta:
–Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla porque es un tonto.
–¿Y por qué es un tonto?
–Porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado con la idea de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo.
Y su madre le dice:
–No te burles de los presentimientos de los viejos porque a veces salen…
Una pariente oye esto y va a comprar carne. Ella le dice al carnicero: “Deme un kilo de carne”, y en el momento que la está cortando, le dice: “Mejor córteme dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado”. El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar su kilo de carne, le dice:
“Mejor lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando cosas”.
Entonces la vieja responde: “Tengo varios hijos, mejor deme cuatro kilos…”. Se lleva los cuatro kilos, y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata a otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. Llega el momento en que todo el mundo en el pueblo está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto a las dos de la tarde, alguien dice:
–¿Se ha dado cuenta del calor que está haciendo?
–¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor!
Tanto calor que es pueblo donde los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos.
–Sin embargo –dice uno–, a esta hora nunca ha hecho tanto calor.
–Pero a las dos de la tarde es cuando hace más calor.
–Sí, pero no tanto calor como ahora.
Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz: “Hay un pajarito en la plaza”. Y viene todo el mundo espantado a ver el pajarito.
–Pero señores, siempre ha habido pajaritos que bajan.
–Sí, pero nunca a esta hora.
Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo, que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo.
–Yo sí soy muy macho –grita uno–. Yo me voy.
Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde todo el pueblo lo ve. Hasta que todos dicen: “Si éste se atreve, pues nosotros también nos
vamos”. Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo. Y uno de los últimos que abandona el pueblo, dice: “Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda
de nuestra casa”, y entonces la incendia y otros incendian también sus casas. Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presa-
gio que le dice a su hijo que está a su lado: “¿Viste, mi hijo, que algo muy grave iba a suceder en este pueblo?”
Publicado en: Magazin Dominical, Caracas, 3/5/1970.
Gabriel García Márquez