Artículo publicado el 6/5/2024 en El País titulado: Atropellos de ciclistas.
Muerte del ‘rider’ Mario en Madrid, arrollado por un taxi de madrugada

En los últimos cinco años han fallecido cinco ciclistas en accidentes de tráfico sin contar a Mario Clemente, que murió el 20 de abril mientras estaba trabajando

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Lo último que hizo Mario Clemente cuando salió de su casa por última vez fue tirar la basura que su hermana Samary le había dejado en la puerta.
“¿Bajo esto?”, le preguntó. “”, respondió ella. Poco antes, ella se había quedado ensimismada mirando el atardecer por la ventana desde el piso que compartían junto con otra amiga en Madrid y él le había preguntado que por qué ese aire reflexivo. “Lo que pensaba en ese momento era que todo estaba en paz, estaba agradecida por cómo nos iba, me sentía tranquila. Luego me di cuenta de que era la calma que precede la tempestad”, reflexiona Samary. A la mañana siguiente, el 20 de abril a las 7.40, cuando apenas amanecía, la policía y el Samur llamaron a su puerta insistentemente. Su hermano, de 29 años, había fallecido de madrugada mientras iba en la bici en la que trabajaba como rider o repartidor de comida a domicilio, atropellado por un taxi.

Mario Clemente había llegado a Madrid a finales de agosto de 2023. Originario de Caracas (Venezuela), no era la primera vez que le tocaba emigrar de su país. Ya había estado viviendo en Perú unos años, ganándose la vida, pero el año pasado decidió que era el momento de dar el salto a Europa. Era el mayor de cinco hermanos —tres por parte de padre y otra más por parte de madre—. Al principio, se instaló en una vivienda que compartía con otros compatriotas, entre ellos su primo, en Ciudad de los Ángeles, en el extremo sur del distrito de Villaverde. En noviembre, llegó a Madrid Samary, que también se mudó a esa vivienda. Allí pasaron la que ellos creían que sería la primera de muchas Navidades. “Comimos chuches, estuvimos festejando juntos y a medianoche del 31 me puse a llorar porque me entró nostalgia de mi familia”, recuerda ella. Desde que llegó a España, el hombre siempre había trabajado como repartidor en bicicleta autónomo. Normalmente, lo hacía en horario diurno, pero los fines de semana, se cargaba la mochila a los hombros también de noche y de madrugada porque decía que “había mucho movimiento”.

Mario cobraba por comisión, a más pedidos, más sueldo. Este tipo de plataformas suelen pagar extras por cubrir los tramos con más demanda. Eso hizo aquel 20 de abril en el que perdió la vida. “A él no le gustaba mucho la madrugada, era muy pesado, pero había momentos en los que la cosa estaba más difícil y él se buscaba modos para ganar más”, dice la hermana. Salió de casa sobre las ocho de la tarde, Samary le había preparado un café “bien negro”, como les gustaba a los dos, para que aguantara el turno. A las cinco de la madrugada, circulaba por la avenida de la Ciudad de Barcelona cuando un taxi lo embistió por detrás. El conductor aseguró que no había visto al ciclista y dio negativo en las pruebas de alcohol y drogas. El impacto sobre el cuerpo menudo de Mario fue de tal magnitud, que sufrió unos traumatismos muy graves, entre ellos en la cabeza. “Me dijeron que durante unos segundos habían conseguido recobrar su pulso, pero que en seguida se perdió”, recuerda Samary en la nebulosa que es para ella esa mañana. “Al principio pensé que estaría herido, y yo ya estaba pensando cómo organizarme para llevarle comida al hospital”, prosigue. El accidente todavía está bajo investigación de la Policía Municipal y se podría acusar al conductor de homicidio imprudente. “Todo es surrealista, estoy aquí y tengo que pararme a pensar que esto ha sucedido de verdad, no entiendo por qué pasó esto”, añade. Hasta que no acabe la investigación, la familia no sabe si podrán cobrar algún tipo de indemnización. Faltaban apenas unos días para que Mario cumpliera los 30 años, los habría alcanzado este 5 de mayo. Los hermanos y sus amigos ya habían hecho planes para esa fecha tan señalada. “Le dije: ‘Ya no te puedes equivocar en la vida”. Iban a comer a un restaurante y ella ya le había comprado un regalo: unos zapatos a los que él le había echado el ojo. “Me los había enseñado como quien no quiere la cosa”, bromea ella. Era un gran amante de la salsa, así que habían pensado ir al concierto en junio.

En un horizonte mucho más lejano, también hacían muchos otros planes de futuro. “Trabajábamos para comprar una casa a la que poder traer a toda nuestra familia. Él adoraba a mi madre —son hermanos de padre— y siempre me decía ‘si no te traes tú a la viejita, me la traigo yo”, recuerda Samary. Por supuesto, también anhelaba tener con él a sus tres hijos de entre uno y 11 años, con los que hablaba cada vez que podía por videollamada. En febrero, los dos hermanos se habían mudado a una casa en Valdecarros, uno de los últimos desarrollos urbanísticos de Madrid, una zona con muchos edificios de viviendas, avenidas anchas con muchos carriles para los coches y comercios y bares salpicados por las manzanas. La última parada de la línea 1 de metro. “Cuando vinimos para acá a ver por primera vez el piso me dijo: ‘¡Hermana, esto está muy lejos!’. Pero la verdad es que nos encantó desde el principio, era nuestro primer espacio propio”, cuenta la mujer. Aquí, los dos hacían una vida “muy rutinaria”. Se veían poco porque ambos trabajaban muchas horas y a horarios dispares, pero tenían una coordinación perfecta.

Ella también es repartidora, pero a pie. “Cuando uno tenía más carga laboral, el otro se preocupaba de hacerle la comida o de ir a la compra”, explica la mujer. El día de su muerte, Samary había cocinado carne empanada y había hecho una ensalada: “Todos los días comíamos tomate, le dije que íbamos a tener que acabar poniendo un huerto”. La mujer, de solo un año menos que su hermano, apenas ha podido volver a su casa: “Ese sitio es él, pienso que lo voy a ver aparecer por la puerta de la cocina”. Allí está todavía el último paquete de incienso que compró Mario. Por eso, vive en un cuarto que le presta una amiga. Asegura que se ha sentido muy arropada, no solo por la comunidad venezolana, sino también por la ciclista. “Me metieron en un grupo de Whatsapp de riders, sé que ellos han contribuido mucho a recaudar dinero para poder trasladar su cuerpo a Venezuela y que mi familia pueda enterrarlo allá. Dicen: ‘Hoy es por él, pero mañana puede ser por cualquiera de nosotros’. Hay de todo en ese grupo, muchos venezolanos, pero también colombianos o peruanos, gente que ha venido aquí a ganarse el pan de cada día”, cuenta Samary.

Según datos del Ayuntamiento de Madrid, en los últimos cinco años han fallecido cinco ciclistas en accidente de tráfico, sin contar a Mario. Desde 2019, se han contabilizado además 143 heridos graves y 2.815 leves. La asociación en defensa de los ciclistas Pedalibre recuerda que el tramo en el que sucedió el accidente del rider forma parte de una remodelación reciente y que, en la fase de alegaciones, ellos reclamaron dotar a esa avenida de un carril bici. Ciudad de Barcelona es una importante arteria de comunicación del sur de la ciudad, con dos carriles en cada sentido. “Los coches alcanzan gran velocidad”, señala un portavoz de la asociación.

Este miércoles, los ciclistas de Madrid están convocados a un homenaje a Mario que irá desde la plaza de Callao hasta el lugar en el que perdió la vida. En ese punto, los organizadores colocarán una bici blanca, que se ha convertido en el símbolo de los fallecidos cuando iban sobre dos ruedas. Madrid cuenta con una decena de estos memoriales.

El de Alberto, bombero de 45 años, que fue embestido por un vehículo en julio de 2022 en Moratalaz cuando iba a rescatar una gata.

El de Juanjo, atropellado por un camión en la calle Alcalá en 2017.
El de Javier, un hombre de 23 años arrollado en la calle de Alberto Alcocer por un conductor que se dio a la fuga.
Y así otros tantos.

Bici con cartel que dice: Tu bocina no me helicopteriza, visto en Madrid. Foto: M.A.