(XX CONGRESO PCE CUADERNO 1: DOCUMENTO POLÍTICO Pagina 8)

La situación del Planeta en estos momentos en los que el imperialismo, como expresión del capitalismo en este siglo XXI, hace necesario plantearse cómo actuar frente a la ofensiva que trata de imponer la dictadura del capital, mediante la hegemonía de un pensamiento único neo liberal y el dominio de las riquezas y recursos naturales para ponerlas al servicio de una minoría, condenando a la mayoría de Ia población a estar bajo el yugo de las elites dominantes.

Plantearse  cómo  ganar  esta  batalla,  frente  a  enemigo  tan  poderoso  como  es  el capitalismo del siglo XXI, nos debe llevar a los Partidos Comunistas y Obreros, a las fuerzas anti-imperialistas, a los movimientos sociales y de liberación a plantearnos la necesidad de practicar una eficaz política de alianzas y un nuevo internacionalismo.

Un internacionalismo que sea capaz de aglutinar esfuerzos y potenciar luchas sociales y políticas en todo el Planeta, de forma especial, la lucha por La Paz y por el desarrollo de la calidad de vida de los pueblos a nivel mundial.

Para realizar el análisis del momento actual de la lucha de clases en el Planeta hay que tener en cuenta la crisis que sufre el capitalismo, teniendo presente que no se puede confundir crisis con debilidad. A pesar de que en estos momentos el capital tiene instrumentos poderosos para desarrollar una ofensiva en todo el planeta, no es capaz de resolver sus propias contradicciones y sigue sin estabilizar la economía en su favor.

Fruto de esta falta de capacidad para resolver sus contradicciones, el capitalismo empieza a sufrir en su seno un enfrentamiento entre el capital especulativo, el que se había situado por encima del territorio, de los gobiernos nacionales, el capital que basa su poder en los tratados de libre comercio y en la deslocalización de la economía  y  ciertas  burguesías  representantes  de  capitales  que  necesitan  estar asentados en un territorio para desarrollar su dominio.

En  esta  confrontación  el  capital  nacionalista,  busca  ganarse  el  apoyo  de  una parte  de  la  clase  obrera  y  las  capas  populares,  la  más  afectada  por  la  deslocalización y la globalización, para lo que desarrolla un discurso xenófobo y racista como elemento sobre el que construir una alianza interclasista que le permita  enfrentarse  con  éxito  en  esta  confrontación  interna  del  capital.  Nada  nuevo en la historia.

Por ello, es necesario tener en cuenta que vinculado a la crisis y a las pretensiones del capital, se encuentra el fenómeno de las deslocalizaciones que no sólo benefician al capital con reducciones enormes de los costes salariales, al contratar una mano de obra desamparada y en ocasiones semi esclava, sino que en el territorio  que  las  empresas  abandonan  se  origina  un  incremento  del  «ejército  de  reserva» de desempleados que determina más bajada de salarios y más precariedad.

Es evidente que la dureza de estas prácticas y de la aplicación generalizada de las  recetas  neoliberales,  por  parte  del  capital  monopolista,  de  sus  instrumentos, como el BM o el FMl, y de sus representantes gubernamentales, sólo es posible en un  escenario  de  absoluto  desequilibrio  mundial  en  la  correlación  de  fuerzas, donde  desaparecido  el  campo  socialista  el  imperialismo  no  puede  dejar  crecer ninguna otra experiencia de transformación social, por ello actúa con contundencia y brutalidad frente a los procesos de América Latina.

 

Otro  rasgo  actual  de  la  lucha  de  clases  en  el  plano  internacional  es  el  recurso repetido  a  la  agresión,  a  la  guerra,  para  abrir  mercados,  apropiarse  de  materias primas o modificar relaciones geoestratégicas, todo ello en detrimento de la independencia  y  la  soberanía  de  unos  Estados,  cuyos  pueblos  ven  desplomarse  sus conquistas  en  educación,  salud  pública,  vivienda,  prestaciones  sociales,  etc. como  en  un  terremoto  de  violencia  que  les  hunde  en  la  miseria  y  la  muerte.  Es cierto que el recurso a la guerra es tan viejo como el imperialismo.

El imperialismo, en fin, con todos los rasgos que le son propios, pero actualizados hoy  por  las  nuevas  tecnologías,  que  propician  la  celeridad  insospechada  en  el movimiento de capitales y la abrumadora preponderancia de su faceta especulativa,  que  caracterizan  la  llamada  globalización,  supone,  en  tanto  que  fase  del capitalismo  de  naturaleza  además  intrínsecamente  internacional,  un  polo  de  la lucha de clases en su nivel supranacional.

Esta realidad nos pone sobre el tapete, un rasgo más de esa lucha en la actualidad: la pertinencia de amplias alianzas de naturaleza antiimperialista. En efecto, al ser el imperialismo el polo preponderante del gran capital monopolista en nuestro tiempo, cualquier  fuerza  que  se  le  oponga,  aunque  en  sí  misma  no  posea  naturaleza  de clase y no pertenezca a la clase trabajadora, sí comparte intereses con ella en el plano  internacional.  La  iniciativa  del  ALBA,  incluso  un  desarrollo  progresista  de  la CELAC van en el buen sentido.

Del mismo modo, la poco conocida Organización de Cooperación de Shangai, fundada  en  1996  y  fuertemente  relanzada  hoy,  juega  un  papel  nada  despreciable  y potencialmente importante en articular el interés de varios BRICS frente a las pretensiones expansionistas del imperialismo en Asia, con las repercusiones que conlleva para  los  pueblos  trabajadores  respectivos.  Por  eso  resulta  necesario  distinguir  hoy entre  la  naturaleza  de  clase  de  determinadas  realidades  políticas,  estatales  o  de derecho internacional y la funcion de clase objetiva que internacionalmente desempeñan de acuerdo con los compromisos que tienen contraídos.

En  sentido  inverso,  obviamente,  son  instrumentos  o  actores  de  la  lucha  de  clase, defendiendo a los grandes capitales, organizaciones comerciales, políticas, civiles o militares tales como los tratados existentes, pretendidos o en ciernes, de libre comercio (TTIP, CETA, ALCA, etc.), la Unión Europea, tal como la enjuiciábamos en la primera fase del XX Congreso, y naturalmente la OTAN.

El último punto de referencia del bloque imperialista continúa siendo EEUU con objetivos  muy  concretos.  Conseguir  el  dominio  universal  de  los  hidrocarburos,  controlar para ello el Medio Oriente, liquidar todas las manifestaciones de poder popular en su  «patio  trasero»,  fortalecer  sus  fichas  geoestratégicas  repartidas  por  el  mundo,  la Unión Europea, el Reino Unido del Brexit, Japón, Corea del Sur, Israel, las monarquías sunitas,  presionar  y  cercar  a  Rusia,  consolidar  posiciones  en  Asia  para  asfixiar  la expansión china, lograr el control de África para hacerse con sus recursos y materias primas.  Lo  que  parece  claro  es  que  semejantes  propósitos  no  sólo  colisionan  con multitud de Estados y sus intereses nacionales, sino que necesariamente confrontan con la clase trabajadora repartida por vastos territorios.

La  base  económica  material  que  explica  la  agudización  de  las  contradicciones inter-imperialistas  es,  en  primer  lugar,  la  crisis  de  superproducción  a  nivel  mundial, que ha afectado principalmente en EEUU y la UE y ha tenido un impacto en el resto de economías a nivel mundial, provocando un descenso en la producción, desempleo generalizado, bajadas salariales, etc.

A su vez esto ha provocado un descenso en la capacidad productiva del bloque EEUU-EU,  desplazando  el  eje  productivo  del  atlántico  a  la  región  asiática.  Si  bien hasta ahora la hegemonía a nivel mundial se ha sostenido sobre el poderío militar, cultural  y  económico-productivo  de  EEUU-UE,  la  mayoría  de  analistas  económicos coinciden  en  que  en  las  próximas  décadas  la  primacía  en  cuanto  a  volumen  de producción y exportaciones va a darse fuera del eje atlántico, teniendo en China, Rusia, India y el resto de países del BRICS, el principal foco productivo. Esto es especialmente preocupante para EEUU, ya que no solo le afecta en cuanto a la pérdida de una posición hegemónica con respecto a la producción de mercancías dentro del sistema capitalista mundial, sino que dificulta su capacidad de dominación, al verse  cuestionada  su  principal  herramienta  económica:  la  divisa,  el  dólar,  el  cual hasta ahora rige las transacciones comerciales a nivel internacional desde la ruptura del patrón oro-dólar de Bretton Woods.

Esta tendencia era percibida por parte de EEUU incluso antes de la crisis. Ya a finales de los 80 y principios de los 90, algunos de sus principales teóricos, dando por hecho la victoria de la contrarrevolución en el bloque socialista, planteaban que el principal objetivo era asegurarse que los nuevos estados capitalistas no fueran capaces de adquirir una agenda e intereses propios, destruir a aquellos estados que puedan ser rivales en un futuro o dificultar el crecimiento de posibles competidores.

Así  pues,  teorías  como  la  del  «Arco  de  crisis»,  es  decir,  una  zona  de  conflicto  que abarque desde Asia central hasta África central a modo de zona de interposición, han cobrado bastante sentido desde hace más de una década. La llamada Guerra contra el terror, desatada tras el 11-S, y sus consecuencias directas (intervención en Afganistán, Irak, desestabilización de Siria, creación y amparo de grupos terroristas) no  sólo  respondía  a  la  necesidad  de  expoliar  recursos  naturales,  sino  también  al objetivo de privar de los mismos a competidores directos como China, en su estrategia de crear una nueva «ruta de la seda» y perjudicar sus intereses en la zona del levante mediterráneo y el África subsahariana.

Por otro lado, el hecho de que Rusia fuese la sexta economía del mundo y el tercer socio comercial de la Unión Europea, alcanzando su intercambio en 2013, 326 mil millones de euros, hace que comprendamos el marco sobre el que se ha desarrollado el auge del fascismo en Ucrania, las subsiguientes sanciones comerciales ante la respuesta rusa y la campaña de ataques en el plano ideológico-cultural a través del cine, prensa, tv, etc. Con estas medidas, EEUU perjudica gravemente el consumo interno dentro de la UE que tenía un proveedor barato en Rusia, así como a las exportaciones rusas, mientras sale indemne al no tener muchos intereses comerciales ni intercambio comercial en Rusia.

La misma lógica de las contradicciones inter-imperialistas se encuentra también en la  región  del  África  subsahariana,  donde  a  los  factores  de  dominación  habituales (hambre  y  pobreza  extremas,  enfermedades,  gobiernos  fallidos,  etc.)  se  suma  la aparición  de  grupos  islamistas,  cuya  función  es  la  misma  que  en  Oriente  Medio: generar  conmoción  máxima  a  través  de  la  violencia  extrema,  para  justificar  intervenciones militares.

Es  en  este  contexto  en  el  que  entra  en  juego  uno  de  los  puntos  principales  en  la agenda de los grupos monopolísticos que dirigen las economías de EEUU y la UE: el TTIP (Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión).

El hecho de que el eje atlántico (EEUU y UE) haya perdido en años recientes la primera posición a nivel internacional en cuanto a capacidad productiva y volumen de exportaciones, desplazándose el eje productivo y comercial hacia el pacífico, es la base material y objetiva que explica la necesidad de un acuerdo como éste. Así mismo, el TTIP responde a la necesidad de las diferentes burguesías europeas, que acumulan un elevado desgaste tras más de un lustro de crisis capitalista, de llevar a cabo ataques más profundos a los derechos de las trabajadoras y los trabajadores reduciendo el impacto en su imagen, al trasladar el peso de la decisión a un organismo «sagrado» como es la Unión Europea.

Cuanta  más  información  se  tiene  sobre  el  tratado,  más  preocupante  se  hacen los efectos a corto-medio plazo que tendrá este acuerdo para la clase trabajadora  europea  y  para  el  colectivo  dedicado  a  la  pequeña  producción,  especialmente  en  el  campo  de  la  agricultura  y  la  ganadería.  Todo  ello  demuestra, una vez más, que no hay salida posible a la crisis, ni posibilidad de mejores condiciones  de  vida  para  la  clase  obrera  sin  poner  en  cuestión  la  pertenencia  de nuestro país a la Unión Europea.

No  podría  concluirse  esta  mirada  a  la  lucha  de  clases  que  hoy  se  produce  a nivel internacional sin constatar cómo las reivindicaciones y la lucha de las mujeres  por  la  igualdad  en  el  plano  laboral,  civil  y  político,  por  su  integridad  física  y moral, por la libre disposición de su cuerpo y el ejercicio libre de su sexualidad y, en  general,  contra  la  violencia  machista  y  la  opresión  de  modelos  sociales patriarcales en mayor o menor medida, han conseguido trascender las fronteras nacionales, las particularidades de los territorios y la lejanía entre los continentes, para  articular  un  poderoso  vector  de  lucha  y  de  transformación  de  enorme potencialidad revolucionaria que objetivamente está llamado a trenzarse con la lucha  de  la  clase  trabajadora.  Estamos  hablando  de  un  sector  social  en  sí  con la potencialidad, aunque se excluyan de él las mujeres de las oligarquías explotadoras,  que  corresponde  a  casi  la  mitad  de  la  humanidad.  Cabe  imaginar  su peso  en  la  medida  en  que  se  convierta  en  «sector  para  sí»,  consciente  de  sus intereses comunes y de su fuerza transformadora.

Algo parecido, aunque con mucha menos presencia y capacidad de intervención porque no se sustenta en un «sector en sí» rigurosamente definido, vendría integrado por la preocupación social que se anuda en torno a la defensa del medio ambiente, la biodiversidad y el desarrollo sostenible. En cualquier caso es innegable el incremento social de la conciencia al respeto y la trascendencia de unos postulados que inciden sobre la pervivencia y sostenibilidad del mundo y, por lo tanto, en el porvenir  mismo  de  la  especie  humana.  Su  propia  naturaleza  preventiva  y  liberadora,  su carácter  supranacional  y  la  colisión  de  sus  postulados  con  la  lógica  del  beneficio propia del capitalismo convierten a este mundo del ecologismo en un aliado potencial de la clase trabajadora en la impugnación del sistema capitalista.

Desde estas perspectivas algunas ideas sobre las que configurar nuestro análisis geoestratégico:

En Europa, la UE se ha convertido en el instrumento que utiliza el imperialismo para impedir la posibilidad de que los pueblos europeos sean libres para determinar un modelo económico y social no capitalista y se conviertan en aliados de los países emergentes para aislar el imperialismo de las multinacionales, que tiene su centro en los EEUU, de aquí que el TLC no busque sólo aumentar los beneficios empresariales sino sobre todo evitar que se cuestione por parte de los países emergentes el dominio y configurar una gran zona entre la UE, los EE.UU. y Canadá que sea el centro de dominio económico, político y cultural del planeta, relegando a la periferia a un papel dependiente.

El modelo actual de la UE, una vez cumplido su papel de desmantelar los mercados nacionales y triturar los antiguos estados del COMECOM, ya no les sirve al capital y necesita situar a una parte de la UE en clave de periferia, lo que algunos llaman la  Europa  de  dos  velocidades,  que  concrete  institucionalmente  las  relaciones  de dependencia entre el centro y la periferia europea.

En América Latina y el Caribe, esta ofensiva, trata de acabar con los procesos de transformación social que se empezaron a desarrollar a final del siglo pasado, cuando el acuerdo del ALBA derrotó al ALCA y puso sobre la mesa la existencia de otras vías de integración al margen de los EE.UU., se trata de recuperar esta zona como el «patio trasero» del imperialismo y evitar una alianza geoestratégica con otras zonas del planeta que rompa el esquema centro/periferia, sobre el que se basa como ya hemos visto, el imperialismo en este S. XXI.

En Asia está pasando desapercibido un aumento del militarismo (vuelta de los EE.UU a las bases de Filipinas y desarrollo militar de Japón) que busca rodear a China para debilitarla e impedir que juegue ningún papel que no sea de dependencia del capital financiero y de aporte de mano de obra barata para el capital productivo.

Por último en África se ha acentuado la vuelta de un neocolonialismo bajo el argumento  de  la  lucha  contra  el  integrísimo que  rompe  cualquier  posibilidad  de  autogestión de los recursos naturales de esta zona del planeta en beneficio de sus propios habitantes cada vez más sometidos a guerras y tensiones internas.

Por lo tanto, la consideración de que nos encontramos en una fase imperialista, en la que el capitalismo adopta cada vez más una forma autoritaria, nos debe llevar a plantear la necesidad de alcanzar acuerdos de carácter antiimperialistas con fuerzas que pueden no ser anticapitalistas, pero que sí sitúan en primer lugar la defensa de la soberanía de los pueblos.

En  esta  alianza  antiimperialista,  cobra  sentido  trabajar  en  la  defensa  de  la  paz,  el desarme  y  la  cooperación  solidaria,  situando  a  la  OTAN  y  a  sus  satélites  como  la maquinaria de dominio más potente, cruel e inhumana que ha conocido la historia. El objetivo es evitar que las contracciones internas del capital se resuelvan mediante el aumento de la explotación de los recursos naturales y de los seres humanos de todo el Planeta, como ha ocurrido en otras crisis del capitalismo.

En   esta   coyuntura,   la   cuestión   para   la   izquierda   marxista,   para   los   Partidos Comunistas, es tener la capacidad para explicar a la clase trabajadora, a las capas populares que frente a la pugna entre el capital especulativo apátrida y el capital productivo  nacionalista  hay  que  construir  una  alternativa  sustentada  en  la  superación del capitalismo como sistema económico y social basado en la explotación de unos seres humanos por otros, que esquilma los recursos del planeta en beneficio de unos pocos y construir un Proyecto de Nueva Sociedad basado en la justicia social y la igualdad entre seres humanos, en la solidaridad entre pueblos y en la necesidad de un desarrollo sostenible del planeta.

Debemos  ser  capaces  de  plantear  una  alternativa  creíble,  cercana,  entendible, para lo que es fundamental la batalla de las ideas, porque sobre un conjunto de la sociedad  que  tenga  una  formación  cultural  consumista,  insolidaria,  es  muy  difícil construir una alternativa revolucionaria en la que lo importante sea la justicia y la solidaridad de clase.

Esto significa que para hacer frente al imperialismo en el siglo XXI se hace necesario poner en marcha un nuevo internacionalismo, una nueva alianza de quienes sufren  la  agresión  de  un  sistema  cada  vez  más  agresivo  y  más  inhumano.  Un nuevo  internacionalismo  que  debe  poner  en  común  aportaciones  para  intentar dar una respuesta estratégica a la necesidad de construcción de un futuro socialista con base en una democracia muy participativa y que dé respuesta al menos a las siguientes cuestiones:

1.La defensa de la Paz mediante mecanismos internacionales que logren unas relaciones pacíficas y justas entre los pueblos y las naciones, para ello es imprescindible acabar con todos los vestigios de colonialismo y derrotar al imperialismo, lo cual incluye la cancelación de las deudas odiosas que mantienen las naciones con los centros financieros mundiales y la construcción de un nuevo orden normativo internacional que promueva relaciones justas y equitativas entre las naciones.

  1. La Defensa del  derecho  de  los  pueblos  a  su  libre  determinación  plantea  la necesidad de resolver problemas históricos que permitan a los pueblos palestino y saharaui vivir en su tierra y tener un Estado que les permita autogobernarse.

3.La producción económica, el consumo y la distribución que debe lograr una sociedad  sin  clases,  necesariamente  comprende  el  acceso  equitativo  para todos  y  todas  a  una  educación  de  alta  calidad,  asistencia  médica,  comida, agua,  salud,  vivienda,  trabajo  digno,  así  como  el  aporte  de  los  instrumentos  y condiciones para la realización como persona.

  1. Relaciones de género, que supongan la eliminación de todo tipo de opresión por cuestión de género o sexo y de mecanización del cuerpo de la mujer.

5.Las relaciones culturales y sociales entre razas, grupos étnicos, religiones, y otros colectivos culturales deben proteger los derechos e identidades de cada comunidad bajo condiciones de respeto mutuo, lo cual incluye la supresión de estructuras racistas, etnocéntricas o cualquier otro tipo de intolerancia, mientras simultáneamente se asegura la prosperidad y los derechos de los pueblos indígenas.

  1. Las políticas ecológicas deben ser sostenibles, orientadas a cuidar el medio ambiente en concordancia con el objetivo de alcanzar las más altas esperanzas de supervivencia para nosotros y para el planeta y su biodiversidad. Esto también incluye los temas de la justicia climática y la innovación energética.

Es  necesario  tener  conciencia  de  la  importancia  que  tiene  el  intercambiar  experiencias  y  coordinar  el  trabajo  de  los  distintos  partidos  comunistas  y  obreros  del mundo con el propósito de aprender unos de otros, construir la máxima unidad de acción que sea posible y extender la colaboración a otras formaciones y entidades sobre la base compartida de la lucha antiimperialista.

En el mismo sentido en este momento de ofensiva imperialista en todo el Planeta cobra  importancia  el  desarrollo  de  Foros  y  Espacios  de  cooperación  con  fuerzas de  izquierda  y  progreso  en  la  configuración  de  un  gran  Frente  Antiimperialista  a nivel mundial.

Elemento fundamental en la lucha contra el imperialismo debe ser el esfuerzo para contrarrestar la más funesta de sus consecuencias: la guerra. Por ello una tarea esencial de nuestro tiempo será el relanzamiento del movimiento mundial por la Paz. Todo ello habrá de conducir a la búsqueda de todas las alianzas posibles, tanto en Europa, como  en  el  mundo,  con  miras  a  la  plasmación  de  plataformas,  organización  de foros, coordinación de jornadas, huelgas y movimientos y, en general, a la articulación de todo el tejido político y social posible contra el imperialismo y por la paz.

Y  esa  firme  y,  a  la  vez,  flexible  orientación  para  el  trabajo  internacionalista  de nuestro partido debe tomarse como telón de fondo a tener muy presente también  en  las  tareas  políticas  de  ámbito  interno.  No  sólo  por  imperativo  general de  coherencia  entre  la  actuación  interna  y  exterior  del  Partido,  sino  porque también  dentro  del  país  nos  corresponden  trabajos  políticos  con  componente marcadamente internacionalista, tales como las movilizaciones de solidaridad con países víctimas de la agresión imperialista, tengan regímenes socialistas o no,  como  Cuba,  Venezuela,  Palestina,  el  Sáhara  Occidental  o  Siria,  por  situar algunos   ejemplos   repetidos   y   característicos,   o   como   las   actuaciones   en defensa  de  las  personas  inmigrantes  y  refugiadas  o  las  iniciativas  de  lucha contra los CIEs y las deportaciones, de protección a inmigrantes en riesgo y de denuncia de métodos inhumanos y bárbaros para impedir el acceso de seres humanos  a  nuestro  territorio.

Finalmente,  el  comportamiento  internacionalista,  tanto  en  el  trabajo  exterior  de relaciones internacionales, como en las tareas solidarias a desplegar en el interior,  exige  una  especial  sensibilidad  y  un  escrupuloso  respeto  a  los  ámbitos donde trabajemos y a la independencia e identidad de las entidades con que nos  relacionemos,  lejos  de  cualquier  tentación  de  suministrar  recetas  «universales» desde la autosuficiencia teórica o desde la actitud eurocentrista.

Dicho todo lo cual, convendría sin duda añadir, que la complejidad y potencialidad de las alianzas y las sinergias en la lucha de clases internacional exige una actitud  consciente  y  proactiva  en  la  promoción  de  tales  alianzas  por  parte  de sus  actores,  especialmente  de  la  propia  clase  obrera  y  de  sus  vanguardias  o intelectuales  colectivos,  los  partidos  comunistas.  Nada  más  alejado  de  la  realidad que la suposición de que el sistema acaba por hundirse él solo, lo que hace innecesarias las alianzas, en estos momentos una posición de repliegue y enroque sectario vendría a coincidir finalmente con los planteamientos economicistas de la socialdemocracia y el reformismo más inútiles.

No  olvidemos  que  el  fascismo  no  es  otra  cosa  que  la  manifestación  de  un capitalismo nacionalista que trata de convencer a la mayoría de la población que  sus  problemas  no  los  genera  el  sistema  económico,  sino  los  gestores  de ese sistema, y las formas sobre las que se organiza la sociedad, el fascismo no es  otra  cosa  que  el  intento  del  capital  de  utilizar  a  la  clase  obrera  y  las  capas populares  como  carne  de  cañón  en  la  defensa  de  sus  intereses,  buscando siempre  un  enemigo  exterior  y  otro  interior,  evitando  cualquier  cuestionamiento  del  sistema  capitalista

En consecuencia, desde el Partido Comunista de España ponemos de relieve el papel  histórico  que  tenemos  los  partidos  comunistas  en  estos  momentos,  en  la necesidad de implicarnos en la construcción de un gran movimiento mundial en defensa de la humanidad, de la independencia y soberanía de los pueblos, en su derecho de poner los recursos naturales del planeta y sus riquezas al servicio de resolver los problemas de hambre, enfermedades, educación, vivienda, etc. que  sufren  todavía  miles  de  millones  de  seres  humanos,  un  movimiento  antiimperialista  basado  en  la  más  amplia  alianza  social  y  política  que  sea  posible, sin sectarismos, ni dogmatismos, sin buscar protagonismos que puedan debilitar la  lucha,  y  por  tanto  sabiendo  jugar  el  papel  que  mejor  interese  dentro  de  esa alianza para que sea capaz de ganar la batalla al capital en el terreno de juego real en que hoy se desarrolla la lucha de clases.

Por COMITE AGRUPACION

Comité de la Agrupación de Profesionales y Técnicos del Partido Comunista de Madrid

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